Me estudio con cuidado
en mi menguante cuerpo
que es no obstante engañoso
como la piel de un gato:
seré, cuando me entierren,
más pequeña.
En mi piel se bifurcan las arrugas;
como el pelo o las plumas, sobresalen.
Mis nietos, en este salón,
inquietos en la sillas del domingo
con mi sordera, mi broche de camafeo
mi mente arrugada
que corre hacia sus viejos escondrijos
intenta imaginar cómo
tal vez
vagaré y entraré furtivamente
en una cristalina oscuridad
por entre estalactitas, con un nuevo
plumaje
sin correr
dorado y
Verde fuerte, mis dedos
torcidos y escamosos, mi
ópalo
sin
el brillo de los ojos.
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