Ven, baila conmigo mientras aún aliente
y exista de suelas arriba.
Lo que de cambiar el paso he aprendido desde mi infancia
me sigue siendo conocido, como la palma de la mano,
pero a menudo, en la pantorrilla izquierda siento un golpeteo,
un dolor que se me va cuando estoy quieto.
Te pido pues una pausa de tolerancia
hasta que esté ágil para la otra danza.
Ven, acuéstate conmigo, mientras esté erecto lo que más me importa
y se dé importancia, como si estuviera puesto a prueba,
algo que en todo el mundo funciona según estadísticas:
cerca del círculo polar, en el desierto de Gobi incluso los ancianos
hacen el coito antes de expirar
y buscan el placer a cualquier precio.
Comprende, pues, la paciencia es un apoyo
antes de que él -te extrañas- llegue al hoyo.
Ven, mírame: a ver si sé hacer el pino
y al verlas al revés reconozco las cosas,
igual que antes siempre mirando desde arriba, como una jirafa,
y desde abajo, de través, como gusano humano,
todo cuadraba para mí: lo que impedía ser feliz
y qué era primero en el mundo: el huevo o la gallina.
Haciendo el pino, pues, en esta posición
-compréndelo- parezco un signo de interrogación.
Ven pues, acuéstate, baila, pásmate y mira
de qué soy yo aún capaz con humor y sin ira.
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