De vuelta, adormecidos en el coche,
el verano tenía
la calidad abstracta del sueño de los otros.
Si las velas contienen
los momentos finales del crepúsculo,
si un animal inmenso se deshace
en las gentes de fuego de las playas
y los rompientes cumplen
el amargo papel de signo adverso,
todo aquello que huía con nosotros,
en el orden juicioso y familiar
de los veranos, de repente
nos desplazó del mundo
y en los ojos de extraños
se fundó su memoria.
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