Plantan un árbol sin raíces
en el
y hacen que dé de golpe,
turrones de
y un tren eléctrico.
El favorito
y el dulce monopolista
descuelgan una estrella
-así como suena-, si quieren,
para el hijo embrutecido
que verraquea.
Entonces, ya está visto:
hacer milagros no es cosa de santos
hoy en día.
Ni tampoco se extraña nadie
-ni siquiera la rancia doncella,
beatona refinada-
de que el Niño esté desnudo
en invierno y de noche.
Por los christmas a tres tintas
se entrampan los pobres.
Y con el pretexto de los Reyes
degollaremos a tantos Inocentes cual convenga.
No, no exagero.
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