Sobre el cristal anuda la manzana
el ímpetu apagado de su goce;
acrece su medida si dilata
el color jubiloso mientras pone
su fina redondez en la balanza.
Debajo de su forma reconoce
la piel de la serpiente y el olvido,
donde enraiza la noche su gemido.
Reduce su mejilla al puro beso;
dentro la soledad se le desnuda
como un sorbo de carne amada al tiempo
de ser vuelo y memoria en la futura
sensación de una llama junto al fuego;
desordenado espejo a que se junta.
Y el fiel de la balanza desorbita
la celebrada forma de su vida.
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