Cae una lluvia mansa, voz furtiva
que imprime surcos lentos en la noche.
Y va a su ritmo desgranando notas
de malo y de buen humor
en una página de Laye (un viejo número
picado de amarillos invasores).
Y escribe sosegado, sonreído,
recuperado bajo la cortina.
No es éste el tiempo disyuntivo
sino la sucesión tan sólo en los rumores,
el recuerdo
de Marx y de Mounier y de Bernanos
refractando una prosa en la neblina
del ayer en su incógnita revuelto.
Escribe solo, está solo. No imagina
que si en la selva oscura las palabras...
Mas por de pronto, ajeno a todo cálculo,
divaga acerca de lo más lejano
y al abrigo
de los que guían protectoramente.
Hablarles nada más intentaría
del reposo sin plazo, de la pausa,
de la rueda antilógica del ocio
que esta noche con lluvia sedimenta:
memorias frescas y humedad reciente,
frentes de niño contra los cristales,
polvo barrido por el agua a dios,
pisadas presurosas hasta un porche,
paraguas que se pliegan.
Buenas noches.
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