Velloncito de mi carne
que en mis entrañas tejí,
velloncito tembloroso,
¡duérmete apegado a mí!
La perdiz duerme en el trigo
escuchándola latir.
No te turbes por aliento,
¡duérmete apegado a mí
Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo hasta al dormir.
No resbales de mi pecho,
duérmete apegado a mí!
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