Dulce señor del reino que enamora
inventando la estatua del desvelo
por el agua sin fin donde ya es vuelo
la partida granada de su aurora.
¿Para la alcoba de qué dios implora
el herido diamante de ese cielo
goteando en tu garganta?...¿Qué alto
tu canto muda en brasa, y fluye y dora,
alba perfecta en música inaudita,
y sostiene las ideas del rocío
y detiene la muerte a su albedrío?
Un ángel en tu voz alza su coro
y en las serenas márgenes habita,
en pura nieve derramado oro.
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