Aunque ungiste el umbral y ensalivaste...
El émbolo brillante y engrasado...
El paso no, del dios, sino la huella...
El rumor de las máquinas crecía...
Entrando en ti, cabeza con cabeza...
La transparente luz del mediodía...
Las húmedas terrazas dominaban...
Ni la voz precedida por el eco...
No por azar, por gusto del dislate...
Omítemela más que lo omitido...
Pido la canonización de Virgilio Piñera*
Que se quede el infinito sin estrellas...
Renuncia a tu cuidado, bien lo sé...
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