Y soñé, de un templete bajaban
Dos dulces bellezas matinales;
Y oí melancólicas hablaban
De las nobles dichas forestales.
Las vi en el blasón de la poterna
Azulinas y casi borradas
Despierto años después, la cisterna
Las mecía medio retratadas.
Y al fin las divisé lastimosas
Por los caminos y por las abras;
Y hablaban las bellas melodiosas;
Pero no se oían sus palabras.
Así, su memoria me traía
Las baladas de Mendelssohn claras;
Pero ni Beethoven poseía
La tristísima luz de esas caras.
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