Por mi cuello tu mes de abril resbala
Y su música templa mi recelo.
De tu mano pasea amigo el cielo
Y en mis hombros sus cármenes instala.
Tu alegría desata tu rehala
De palomas y arcángeles en celo,
Y ante la nueva aurora me desvelo,
Entre un batir ardiente, de ala en ala.
Plata y verde le impones tu divisa,
Al tiempo hostil, a la extenuada espera,
Al mundo recobrado ya con prisa.
La portentosa gracia quién tuviera,
De perpetuar el don de tu sonrisa,
Que me convierte octubre en primavera.
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